lunes, 22 de noviembre de 2010

“Las reliquias de la muerte: Intriga, acción y romance”



En general creo que se hizo una gran película lo más fiel al libro posible, aun más después de ver el Misterio del Príncipe que hizo muchas escenas que no tenían nada que ver con el libro.
Las Reliquias de la Muerte es una película de ritmo rápido, con varias escenas muy buenas y una interpretación mejorada del joven reparto (Harry, Ron y Hermione), que refuerzan su lazo de amistad y abren el campo al espectador para notar cómo crece el joven romance.
Un punto en contra de esta primera parte es el exceso de importancia entre la pelea de Ron y Harry Potter, que al ser mejores amigos entran en disputa por los celos al ver que la atención de Hermione está centrada en Harry.
 En todas las películas que se han hecho de las aventuras de éste joven mago, se le da más importancia al romance de los tres personajes principales para mantener de esa forma el interés del público, cuando realmente las escenas de las batallas e intrigas en ésta película fueron las que lograron hacerla entretenida.
La secuencia del campamento del desierto llega a ser bastante repetitiva, y los intentos de drama entre los protagonistas durante esa parte son aburridos.
Se aplaude al director los intentos de comedia que obviamente son liderados por Ronald Weasley, y el jugueteo de personajes.
No obstante, la cinta cuenta también con muchas virtudes: por ejemplo, la fotografía es sublime, hay varios momentos de creatividad y dramatismo en la filmación, el arranque de la película es muy emocionante, y en general contiene mucha acción.
En comparación con los otros films se podría decir que la combinación de acción con comedia, conflicto entre amigos y algo de romance, fue un dardo que dio en el blanco.
Ahora habrá que esperar hasta junio para deleitarnos con la secuela de ésta primera parte de las reliquias de la muerte y ver por fin el desenlace de la complicada pero buena trama planteada por J.K Rowling.

"La comida en México" ¿Se te antoja?











jueves, 18 de noviembre de 2010

Las batallas en el desierto

Los bueno libros no se miden por la extensión

En éste breve relato del ganador del premio Cervantes de las letras 2009, “José Emilio Pacheco”, se nos muestra una descriptiva visión de lo que era el México de los años cuarenta; donde pese a los problemas a los que se veía sometido el país gobernado por Miguel Alemán, todavía se podían apreciar ríos y montañas.
El autor supo plasmar en un monto de 67 páginas como eran las costumbres y creencias de aquella época.
Las batallas en el desierto es un libro que permite el acceso de cualquier persona a sus páginas, encontrando un lenguaje coloquial con una extensión extremadamente cómoda para cualquier lector. Y aunque podría parecer algo ligera la lectura, no se ve afectada a la simpática historia sobre Carlos un pequeño que se enamora de la mamá de un amigo suyo “Mariana”.
Cabe mencionar que lo que le da sabor a ésta narración, es la forma de describir los momentos y situaciones a las que se ve expuesto el personaje protagónico de la historia. Aspecto que permite que te adentres en la forma de actuar de muchas familias mexicanas de la época, que se mantenían sumisas teniendo como filosofía de vida: La honradez y la dignidad por sobre todas las cosas.
Las vivencias de Carlitos y su familia lanzan un mensaje a las manos del lector sobre la fortuna de poder disfrutar las peculiaridades de una época. Nunca está de más recordar aquello que nos formo para ser lo que somos hoy.
Con éste tipo de lectura se nos invita a disfrutar de un bombardeo de recuerdos de forma divertida, y aunque tal vez si se esperaba un poco más sobre la historia de Carlos, que al igual que toda persona creció con el paso de los años dejando un sin número de personas y momentos atrás, se puede aplaudir la capacidad de síntesis del autor.
José Emilio Pacheco introdujo con ésta narración una nueva idea, que sería que no todos los libros buenos tienen que tener una extensión de más de 200 páginas, ya que si logras desenvolver la historia en un contexto resumido, no resulta necesario prologar la existencia de un personaje literario, ya que logró cumplir su función con un inicio, clímax y desenlace.